la fertilidad es debida a un alto contenido original de materia orgánica, un pH levemente ácido, una textura superficial franca o franca arenosa y a un material madre (loess) rico tanto en bases (calcio, magnesio y sobre todo en potasio) como en otros nutrientes. Entre estas características, la materia orgánica juega un rol relevante, tanto por su contenido de nutrientes (principalmente nitrógeno, fósforo y azufre potencialmente disponibles para las plantas), como por sus efectos sobre la disponibilidad de los micronutrientes (boro, zinc, cobre etc), sobre las propiedades físicas y la actividad biológica del suelo.
En los últimos 30 años, con la intensificación de la agricultura se ha producido un empobrecimiento progresivo de la fertilidad de los suelos, provocado principalmente por la pérdida de materia orgánica. Esto puede atribuirse a los sistemas de labranzas utilizados, a la creciente expansión de las oleaginosas (principalmente la soja), y a la falta de una adecuada reposición de los nutrientes extraídos del sistema.
Sin duda, principalmente en las zonas centro y centro norte de la Región Pampeana, donde el deterioro de los suelos es más preocupante, la siembra directa puede contribuir a una recuperación progresiva de la fertilidad de los suelos, pero para ello es necesario utilizar una mayor proporción de gramíneas en la rotación y aplicar una fertilización balanceada.
Actualmente, la planificación de las actividades agropecuarias requiere un análisis del sistema de producción en su conjunto incluyendo al suelo como un componente del mismo en lugar de analizar cada cultivo o actividad productiva en forma aislada. Este enfoque tiene numerosas ventajas y beneficios, principalmente en cuanto al manejo de la fertilización. Este último aspecto debería tenerse en cuenta inclusive en los contratos de arrendamiento, para obtener un beneficio mayor de ambas partes y además lograr una mejor conservación de los recursos naturales.